El secreto para aumentar tu motivación intrínseca no te gustará
¿Motivación intrínseca es la que «sale de dentro» y la extrínseca la que «viene de fuera»?
🤔 Si la «motivación intrínseca» es la que te SALE DE DENTRO, entonces ¿cómo se metió ahí? 😂
Y, sobre todo, ¿qué tienes que hacer para meter más?
La habitual distinción entre motivación intrínseca y extrínseca es de esas explicaciones que no explican nada porque no son psicología sino psicolabia: mera retórica adulterada con cientifismo.
A ver. Si alguien afirma que «la auténtica motivación es la que viene del interior», después no puede irse de rositas y tiene que aclararnos muchas cositas.
Decir que la motivación viene de dentro no explica nada porque a su vez obliga a explicar cómo se metió y por qué a veces no sale.
En todo caso, le pongamos la etiqueta que queramos (genuina, intrínseca, interna…), lo importante es responder a esta pregunta:
Si la motivación güena es la que nos sale de dentro, ¿cómo la ponemos ahí?
¿Te motiva ponerte guapo/a por ti o por los demás?
¿El rey de la jungla ha renovado su imagen impelido por su motivación intrínseca?
¿O su cambio ha estado motivado pensando en ganar la atención de su leona favorita y de los compañeros de la sabana?
Aunque el león crea, diga e intente explicar que su cambio de look lo hizo «por él mismo» (supuesta motivación intrínseca), no por los demás (supuesta motivación extrínseca), la realidad es que lo hizo por ambas.
Que te vean bien influye de forma determinante para que te veas bien. Y viceversa.
No puede haber belleza ni autoestima sin observadores que las valoren.
Solo hay «una motivación», aunque queramos etiquetarla como interna o externa en función de la parte del contexto que observemos.
Las peluquerías y los servicios de estética crecen porque la apariencia y la belleza son motivadores sociales cada vez más relevantes.
Nunca tantos niños, adolescentes y adultos han invertido tanto dinero y tiempo en peinados, tintes y cortes fashion.
¿Han decidido libremente mantenerse compulsivamente a la moda o es que el contexto social imperante de exposición permanente en las redes les motiva inexorablemente a estar pendientes de los pelos que llevan?
La motivación del héroe viene del mismo sitio que la tuya
El ciclista español Carlos Sastre ganó su único Tour de Francia en 2008.
Para ello tuvo que competir en una etapa ofreciendo un rendimiento más alto que nunca, en una contrarreloj individual que no le venía nada bien por su condición de ciclista más escalador que corredor.
Podemos intentar explicar su comportamiento de superación de una forma conversacional: aludiendo a su fuerza de voluntad y a su coraje.
Pero este tipo de hipótesis tan sencillas e inconcretas, casi poéticas, queda en entredicho cuando lo sometemos a preguntas tan sencillas como esta:
Si todo depende de la voluntad, ¿entonces la voluntad de qué depende?
O dicho de otra forma: ¿por qué no elegimos siempre tener la voluntad y el coraje necesarios?
La explicación es menos épica pero más psicológica.
En realidad fueron las condiciones específicas antes de iniciar esa etapa clave las que hicieron volar a Sastre: una ventaja de un minuto y medio sobre el segundo clasificado y estar a un solo día del final de la carrera.
Cualquier persona puede superar sus prestaciones habituales y hacer esfuerzos “sobrehumanos” si se dan las condiciones motivacionales necesarias.
Pero a quién no le hace sentir mejor creer y decir que sus cambios y esfuerzos se deben siempre a su determinación en lugar de a factores externos.
¿Eres «vago» o no estás motivado para hacer algo en particular?
Supongamos que me comporto como un «trabajador vago» o indolente, como un ciclista «con baja autoestima» o como un joven «sin ganas» de estudiar.
Para motivarme, a los jefes «con sentido común» se les ocurrirá criticarme para bajarme la caradurez y conminarme a ser un profesional responsable sacando la voluntad de mi interior.
Para subirme la moral ciclista, los coaches me mostrarán vídeos de Indurain subiendo a golpe de riñón el Col du Tourmalet poniéndolo como ejemplo de determinación y de carácter.
Y es probable que mis padres y profesores intenten meterme miedo sobre el futuro gris que me espera si no finalizo mis estudios, mientras afirman que motivarse depende de uno mismo.
Todas estas medidas parecen razonables pero, sobre todo, son propuestas cómodas para el que las hace.
Criticar, moralizar, castigar y responsabilizar a las personas es fácil, no cuesta esfuerzo y está bien visto, porque la cultura popular insiste en que si quieres, puedes.
Pero el reverso tenebroso de esta afirmación es que si no has podido es porque no has querido. Es la trampa de los consejos de la autoayuda y del pensamiento positivo.
Si somos jefes, entrenadores o padres, nadie nos culpará por la falta de motivación de aquellos que están bajo nuestra responsabilidad: si no cambian o mejoran es porque no se esfuerzan los suficiente por salir de su zona de confort.
Solo cambiamos cuando…
La realidad es que las personas solo cambiamos cuando los motivos para hacerlo tienen mucho más peso que los motivos para permanecer como estamos.
En fin. Que si por algún casual no funcionan ninguna de estas medidas del sentido común que se basan en la técnica denominada «pedir a la gente que hagan lo que queremos que hagan», tal vez podríamos probar con esta otra estrategia:
Cambiar y adecuar los contextos y factores en los que trabajamos, pedaleamos y estudiamos para hacerlos más motivadores.
Es decir, para propiciar que el trabajador quiera trabajar más y mejor, el ciclista quiera ganar o superarse y el estudiante quiera estudiar para avanzar en su carrera.
Por cierto, seguro que da pistas la mera observación de los métodos, factores y condiciones laborales, deportivas y académicas que facilitan que otras personas estén avanzando y disfrutando con lo que hacen.
La motivación es como el barquito en la botella
Sabemos que esos barquitos tan monos que están dentro de las botellas han sido introducidos por un artesano.
Tal vez desconocemos los procedimientos, experiencias, tiempo y esfuerzo que fueron necesarios para ello.
Pero somos conscientes de que alguien se ha ocupado de meterlos, no lo han hecho solos.
Esta metáfora puede ser útil para entender cómo se desarrolla nuestra motivación.
Tendemos a creer que hay una motivación intrínseca o interna, que nos surge “desde dentro” y va con nuestra naturaleza, y otra extrínseca o externa que es «artificial» o impuesta por factores ajenos a la persona, como el dinero, los incentivos o la atención social.
Pero ambas tienen el mismo origen: las experiencias que tenemos en el «exterior», en la vida cotidiana, como no puede ser de otra forma.
Lo que pasa es que no somos conscientes de cómo esas experiencias generaron y cambiaron nuestras motivaciones e intereses.
Sabes más lo que no quieres que lo que quieres.
Somos muy conscientes de nuestros «motivadores negativos», de aquello que no nos interesa o nos disgusta.
Si nos obligaran a trabajar a punta de pistola actuaríamos para evitar un daño o un problema.
No es necesario recurrir a un ejemplo tan extremo para reconocer en cada uno de los malos momentos que una parte de nuestra vida personal y profesional está motivada de forma negativa: hacemos cosas para no estar peor.
Sin embargo no percibimos de forma tan clara las motivaciones positivas y sus causas porque tendemos a interiorizarlas con naturalidad.
Pero también estuvieron en el «exterior», lo que pasa es que se han sedimentado con el tiempo y no somos conscientes o no recordamos cómo llegaron a influir en nuestra vida cotidiana pasada, presente y futura.
(Aquí te dejo unas ideas muy chulis sobre motivación positiva y motivación negativa).
¿Cómo puedes sentirte más motivado/a?
Si quieres «sentir» la motivación para conseguir los objetivos que te propones, organiza tu vida para que esos esos objetivos sean más motivadores.
Si tu trabajo te motiva de forma intrínseca, más allá de la «pasta”» es porque las tareas y actividades que desempeñas se ajustan a tus intereses, aquellos que desarrollaste, sin darte cuenta, cuando eras un niño/a o un/a joven jugando con tus padres, amigos, profesores y compañeros.
Si te apasiona la ingeniería tal vez el origen de este interés estuvo en los mecanos que montabas con tu madre y con esos experimentos de física tan divertidos que proponía tu profe favorito.
Si te vuelve loco/a la filología española tal vez todo empezó con las historias que te contaba tu padre para dormir y con el libro que te regalaba tu abuela en cada cumpleaños.
En fin. Si vuelves la vista atrás encontrarás las experiencias que hicieron crecer en ti tus motivaciones actuales.
Y las experiencias que eliges tener ahora te ayudan a fortalecer esos intereses y a crear otros nuevos.
La vocación no se espera, se construye. Nos puede interesar casi todo si le damos oportunidad.
No se le puede pedir a nadie que saque su «motivación interna» si no la tiene, si nunca llegó a entrar.
Pero sí se le puede invitar y apoyar para que la desarrolle.
Ahora sí: el secreto de la motivación intrínseca
«Vale, Alfonso, gracias por la turra. ¿Pero podrías contarnos ya el supuesto secreto para aumentar tu motivación intrínseca?»
Venga. Te lo cuento. Pero no te va a gustar.
Todos podemos aumentar nuestra «motivación intrínseca» introduciéndola cual barquito en botella, de forma gradual. Para ello «solo» necesitamos planificación, tiempo y esfuerzo.
En síntesis:
Si quieres que tu motivación te salga de dentro, ocúpate en organizar una vida motivadora ahí fuera.
¿Ves? Te dije que no te gustaría.